miércoles, septiembre 26, 2007

A


Abrimos muchas puertas en busca de aquella respuesta que tanto intrigó nuestras almas, desde que conocimos el origen de la pregunta.
Dicen que a la mitad de una mañana, en un claro verde y soleado, casi salido de un cuadro bucólico, cayeron cuatro manzanas de un árbol. Las cuatro eran rojas y estaban en la plenitud, en el cenit de su calidad. Cualquier hombre hubiera dado su mano predilecta a cambio de morderlas, y muchos ejércitos habrían masacrado a sus propias familias a cambio de la promesa de algo tan cercano a la perfección.
Entonces, de esas cuatro manzanas, dos rodaron hasta el lago, y fueron alimento de todos los peces que en el habitaban, de forma apacible cada pez fue arrancando un pequeño pedazo, y todos ellos saborearon su tierna dulzura, adquiriendo estos peces un color rubí esplendido y digno de admirar, que los engrandecía y hacia casi un delito el pescarlos.
Otra de las manzanas, quedo en un hoyo cercano, antaño madriguera de algún pequeño animal, y dio a luz un nuevo manzano esplendido, del que brotaron todos los manzanos que hoy conocemos, pues su tamaño fuerza y esplendor en vida fueron tales, que sin quererlo subyugó a su propio padre.
Por último, esa manzana que quedaba... cambio, de forma tranquila, suave quizás como el tacto de una seda extremadamente fina... simplemente cambió en el tiempo y el espacio, y se convirtió en una manzana tan normal como tantas otras que jamás fueron conocidas, y de las que nunca hablamos...

Por eso buscabamos la respuesta a aquella pregunta... ¿Que manzana seré yo?