sábado, abril 28, 2012

V de Vietnam

Danzan, cantan, sonríen, aman, alaban, rezan, gozan, y parece que nada se acaba. Con la música de fondo como telón que de sostén sin parangón a este nuevo edén, nadie se pregunta nada, simplemente siguen regocijándose en lo que no puede ser otra cosa que una gran velada. Y mientras el ruido como de chapoteo y palmada (en carne) se va extendiendo por la sala, la vida se va abriendo camino entre posturas, látex y drogas de eficiencia psicotrópica comprobada... Así es nacer en los sesenta.

Bofetada

Mi mano se agarra contra lo primero que alcanzo, trato de no caer, pero la vieja mesa cruje y resuena anquilosada, quejándose lastimera de que si mis rodillas ya no aguantan el viejo saco que hay sobre ellas, esa no tiene porque ser su condena. En una mezcla entre mi desequilibrio y su huida, me encuentro viendo como la mesa se aleja de mi mano, deslizándose las ruedas que tan poco se han movido durante años. Aquí viene y puedo verlo, voy de cara y por momentos... puedo ver casi mi reflejo, en ese duro suelo que me espera con pasividad, sin ansia ni regocijo, sin pena ni miedo, simplemente sabiendo él, yo, y quizás el mundo entero... que después de ese último golpe, ya jamás volverá mi cadera a ser de hueso.