Sin persianas o con ellas no importa nada, porque como dos ventanas sin goznes ni puertas ni cortinas ni nada, mis ojos se abren ante esa visión pavorosa que me horroriza, y es que veo mi mirada en la tuya, y vuelve vacua, insípida y diría que incluso más vieja.
Será por el esfuerzo de haber llegado hasta ti, en tan duro viaje...
y que no hayas podido o quizás siquiera deseado verla.
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