sábado, marzo 20, 2010

Helado hasta el tuetano

La fuente estaba helada, el paso de los vientos del norte había dejado a todos, animales y hombres, abandonados a la soledad en jaulas de carámbanos y nieve.
La blanca espesura del temporal se había estirado como una sabana, sobre el colchón de montes que rodeaba al caserón, ahora ya no se diferenciaban cercados y fincas, todo volvía a ser una sola tierra de nadie.
El frío me paseó por la espalda como unos dedos ajenos, y me di cuenta de que hacía mucho que esos escalofríos matutinos eran los únicos que me tocaban cada mañana. Nadie se queda ya a dormir.
Volví a dejarme caer en la cama con un cigarrillo apagado en la boca, y después de taparme hasta las orejas, prendí fuego a otro compañero de mañanas.

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