Mis sentimientos fueron enterrados, humillados bajo el peso
y la presión del conocimiento traído por la propia experiencia.
Mis palabras las escondí, no fuera a ser que algo tan
preciado y precioso a mis ojos, fuera a perderse por no poder decir a viva voz
lo que a mi pecho le debo.
Mis actos fueron taimados, con astucia y tesón la urdimbre
se entrelaza dando un lecho en el que reposar la cabeza y el sentimiento
cansados, donde dejar caer el cuerpo, anquilosado, casi exhausto.
Donde no decir un te quiero, no sea algo que queme desde el
interior....
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